Si he aprendido algo en esta vida es que todo el mundo busca siempre justificar sus acciones. Los que sueñan con vivir de las rentas intentarán hacerte creer por todos los medios que solo quieren alcanzar la independencia financiera, los que niegan el cambio climático se parapetarán en el déficit de vitamina B12 o en alguna mágica solución energética que está a la vuelta de la esquina. ¡Si hasta las ruinas más destartaladas pueden servir como coartada para criminales genocidas! De buscarse excusas no se libra nadie; yo mismo me he montado una película para poder irme de vacaciones a Creta con la conciencia tranquila. Mi excusa ha sido la civilización minoica, y aunque no haya caído en esa burda frase motivacional que dice que «el racismo se cura viajando», ir a «conocer su cultura milenaria» no deja de ser otro pretexto más con el que enmascarar e ignorar los desastrosos efectos de un turismo de masas que tiene a la isla asediada.
En mi afán por justificar los aviones, los hoteles y el consumo de recursos de la isla, me he volcado en averiguar todo lo posible de esta civilización prehelénica existente entre el 3000 y el 1200 a. C., y que es considerada por muchos como la primera gran civilización de Europa. Por eso, durante mi estancia en Creta, no he parado de visitar yacimientos arqueológicos en cimas, cuevas y desfiladeros, de analizar al detalle cada una de las piezas expuestas en los museos arqueológicos de Heraclión y La Canea, y por supuesto, de vagabundear horas y horas entre los impresionantes restos del Palacio de Cnosos, centro político y religioso de los minoicos. Todo ello aderezado con la lectura de Sir Arthur Evans and Minoan Crete: Creating the vision of Knossos, de Nanno Marinatos.
La arqueóloga y profesora emérita de Estudios Clásicos y Mediterráneo Antiguo en la Universidad de Illinois propone en su libro un recorrido cronológico por los principales hallazgos arqueológicos de Creta, y con ellos, por la vida de Arthur Evans, descubridor de la civilización minoica y nombre inseparable de las excavaciones en Cnosos. Basándose en las cartas privadas del británico y sus colaboradores y colegas más cercanos, entre los que destaca especialmente Spyridon Marinatos, el propio padre de la autora, Marinatos consigue hacernos entender las motivaciones y los procesos intelectuales detrás de cada decisión y de cada teoría planteada por Evans. Y aunque la investigadora no duda en señalar las polémicas que acompañaron a la labor arqueológica del británico, como su controvertida restauración de Cnosos, y, sobre todo, su complicada relación con las falsificaciones, expuesta de forma pormenorizada en sendos capítulos dedicados al Anillo de Néstor y al Anillo de Minos, la sensación final que Marinatos consigue trasmitir es la de redención de las ideas de un hombre que, según la autora, tuvo razón:
«Al examinar el legado de Evans, he reflexionado a menudo sobre lo importante que es revisar algunas de sus antiguas teorías y contrastarlas con las pruebas actuales. Evans nunca se equivocó, dijo una vez su arquitecto en Cnosos, Christian Doll».
Una de las pruebas irrefutables de la vigencia de la visión de Evans con respecto a la civilización minoica, según Marinatos, se encuentra en el yacimiento de Akrotiri, descubierto por su padre en 1967 en la isla de Thera (conocida hoy día como Santorini), y en cuya excavación ella misma participó. Para la investigadora, el hallazgo de esta ciudad confirmaría la teoría de Evans sobre «la influencia de Cnosos en el Egeo», cuyo colapso, de acuerdo con la hipótesis expuesta por el propio Spyridon Marinatos, podría estar íntimamente relacionado con la misma erupción volcánica que enterró a Akrotiri.
Y si me hubiera quedado ahí, habría sido un plan redondo: ahora sería otro turista satisfecho más, que regresa a casa bien comido, bien bronceado, y complacido con los nuevos conocimientos adquiridos. Gracias al libro de Nanno Marinatos, no solo habría vuelto con una visión más clara de la historia antigua de Creta, de la religión minoica y de su arte, sino que también tendría la suerte de conocer un poco mejor a los grandes prohombres que hicieron posible semejante descubrimiento arqueológico. Si me hubiese conformado con la información proporcionada, es muy probable que este texto fuese totalmente distinto: uno escrito por alguien contento, acrítico, que no necesita cuestionarse ningún tipo de justificación. ¿Para qué están las vacaciones sino es para disfrutarlas? Pero continué ahondando y me encontré con On the Stage and Behind the Scenes Greek Archaeology in Times of Dictatorship, de Dimitra Kokkinidou y Marianna Nikolaidou.
En ese artículo, publicado en 2004 dentro del compendio Archaeology Under Dictatorship, las autoras abordan «la interacción entre arqueología y dictadura en el contexto de la experiencia griega», centrándose para ello en dos periodos: el Régimen de Metaxas (1936–1941) y la Junta de los Coroneles (1967– 1974).
Bajo el mando de Ioannis Metaxas (aupado al poder por el rey Georgios II para frenar el avance del Partido Comunista de Grecia, que en las elecciones de 1936 había conseguido 15 escaños cruciales para decidir el gobierno entre monárquicos y republicanos) «se suspendieron varios artículos claves de la Constitución relativos a los derechos civiles y el parlamento fue disuelto formalmente». 30 años después, el 21 de abril de 1967, los coroneles Georgios Papadopoulos y Nikolaos Makarezos, y el general Stylianos Pattakós volvieron a dar un golpe de estado, de nuevo, con el argumento de un inminente alzamiento comunista, una afirmación difícil de creer ya que el Partido Comunista, ilegalizado desde 1947, estaba muy debilitado tras su derrota en la Guerra Civil Helena. Como señalan Kokkinidou y Nikolaidou, durante esta nueva dictadura se impuso la ley marcial y «los ciudadanos con antecedentes izquierdistas o liberales fueron arrestados, encarcelados, torturados o enviados al exilio en las islas».
Lo primero que llama la atención del texto de Kokkinidou y Nikolaidou es la ubicua presencia de Spyridon Marinatos, el cuál ejerció como director del Servicio Arqueológico Griego (la más alta instancia arqueológica de Grecia) en ambas dictaduras. En la semblanza de Marinatos padre esbozada por las autoras no solo lo reconocen como un especialista de la prehistoria del Egeo, también lo definen como un conservador firme partidario del dictador Metaxas, que veía a los arqueólogos de su generación comprometidos con la transformación educativa como «bolcheviques o reformadores sociales sin reconocimiento internacional», en clara referencia a Christos Karouzos, Semni Papaspyridi-Karouzou y Yannis Miliadis, todos ellos defensores de la innovación en el ámbito de la ciencia arqueológica. En el ejercicio de su cargo durante la dictadura de Metaxas, Marinatos inició una legislación que prohibía a las mujeres unirse al Servicio Arqueológico, desempeñarse como directoras de museos o ser éforos regionales. Y, como han indicado Kokkinidou y Nikolaidou, bajo la tutela de los generales Marinatos continuó actuando como guardián de las esencias de la arqueología frente a «los desastres de la “Nueva Arqueología”, como él llamaba colectivamente a cualquier iniciativa progresista en la profesión». Durante su última etapa en la gerencia del Servicio Arqueológico Griego, Marinatos llegó a prohibir a Semni Karouzou el acceso al material del museo, al mismo tiempo que se dedicaba a promover políticas clientelistas destinadas a favorecer su propio trabajo y reconocimiento.
Esta versión del eminente arqueólogo griego dista mucho de las impresiones recogidas por su hija en la obra Sir Arthur Evans and Minoan Crete. Aunque el principal protagonista del libro sea Evans y su objetivo último sea devolverle el prestigio a su ideas, en no pocas ocasiones Nanno Marinatos desliza el foco de atención hacia su padre, pretendiendo así trazar un paralelismo entre los dos estudiosos de la civilización minoica. De esta forma, Marinatos nos presenta a su progenitor como un riguroso profesional, ora desvivido por conseguir una nueva sede para el viejo Museo de Heraclión, ora dedicado en cuerpo y alma a la protección del patrimonio, persiguiendo a falsificadores, malhechores y traficantes ilegales. Especialmente ilustrativo es el pasaje en el que la autora recrea el descubrimiento del tesoro de la cueva de Arkalochori, en el cuál, según los recuerdos de un testigo ocular, Marinatos padre se nos presenta poco menos que como un héroe de película:
«El informante recuerda que Marinatos llegó en medio de la noche, montado en una gran motocicleta, vestido con un traje de cuero negro y botas de caza. Le pareció bastante formidable y fue igualmente impresionante su apasionado discurso ante los aldeanos reunidos».
Sobre la dictadura de Metaxas y la participación de su padre como cabeza visible del régimen en asuntos arqueológicos, Nanno Marinatos prefiere obviar las implicaciones. Es más, resguardada tras las opiniones de otros (varias veces expresadas desde un hipotético punto de vista de Evans, o mediante declaraciones y artículos periodísticos de la época), la autora explica la dictadura como una solución capaz de traer «cierta estabilidad al país» frente a la «anarquía» que amenazaba con convertir a Grecia «en una segunda España».
Tras leer el artículo de Kokkinidou y Nikolaidou, se hace muy difícil no albergar sospechas sobre las intenciones de la autora. Uno se podría preguntar si detrás de los intentos de Nanno Marinatos por restituir el valor de las ideas de Evans no se esconde realmente un lavado de la imagen y las convicciones de su padre. Cuando se dedica a desdeñar las teorías antropológicas y las narrativas poscoloniales críticas con las posturas Evans y Marinatos, y que proponen una civilización minoica con un marcado carácter matriarcal, como sugieren Graeber y Wengrow, Nanno Marinatos no solo está defendiendo una forma de entender la protohistoria de Creta sino que, en última instancia, está justificando y blanqueando los mismos principios conservadores que guiaron a su progenitor, un arqueólogo que estuvo al servicio de dos dictaduras.
Todos intentamos justificar siempre nuestras acciones. Por eso nunca está de más preguntarse qué es lo que se está justificando.
Fuentes:
Marinatos, N. (2015). Sir Arthur Evans and Minoan Crete: Creating the vision of Knossos. Londres, I. B. Tauris.
Kokkinidou, Nikolaidou. (2004). On the Stage and Behind the Scenes Greek Archaeology in Times of Dictatorship. Kluwer Academic / Plenum Publishers.
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