1770, Schönbrunn, Viena.
El conde Johann Ludwig von Cobenzl no se lo podía creer, había perdido jugando al ajedrez contra una máquina. Maria Theresia I de Austria aplaudía maravillada, y el padre del ingenio se inclinaba agradecido sin poder evitar una leve sonrisa de satisfacción; el órdago que lanzase 6 meses antes no podía haberle salido mejor. Fue ante aquella misma corte. Wolfgang von Kempelen, un funcionario de la corona austrohúngara con gran talento para la ingeniería y oriundo de Pressburg (la actual Bratislava y antigua capital de Hungría), había acudido en calidad de invitado a presenciar la actuación del ilusionista francés François Pelletier. A la conclusión del espectáculo, Kempelen lo tuvo claro: él podía crear un entretenimiento muy superior al que acababan de presenciar. La Kaiserin, intrigada ante la propuesta, recogió el guante lanzado por Kempelen y le concedió un periodo de excedencia para que se dedicase a tal tarea. El resultado fue el Schachtürke, el primer autómata capaz de jugar al ajedrez por sí solo.
La primera vez que el Turco Mecánico fue exhibido en el palacio de Schönbrunn en 1770, los presentes se encontraron con un artilugio llamativo: se trataba de un arcón de madera con un tablero de ajedrez en su parte superior, junto al cual sobresalía la figura de un maniquí articulado, ataviado con lo que en la época se consideraban las típicas vestiduras otomanas. En su exposición, Kempelen tuvo a bien mostrar las entrañas de la máquina, abriendo cada una de las portezuelas del aparato, y dejando al descubierto su complejo mecanismo interior. De esta forma, cuando el conde fue derrotado, los asistentes no pudieron más que atestiguar que, efectivamente, aquella amalgama de resortes y engranajes tenía la capacidad de jugar al ajedrez, y con muy buen tino, por cierto. Entusiasmada ante la obra del inventor, Maria Theresia decidió concederle a Kempelen un puesto permanente en Viena y doblarle sus honorarios anuales.
1783, Café de la Régence, París.
A pesar de la fama y el rédito cosechados tras aquel episodio, Kempelen estaba decidido a desmontar el Turco Mecánico y a darlo por acabado. El funcionario prefería centrarse en otros menesteres, y durante sus años empleado en la corte imperial nunca dejó de idear nuevos ingenios mecánicos, entre los que cabe destacar una máquina de escribir para invidentes, el sistema de bombeo utilizado en las fuentes del Palacio de Verano de los Habsburgo, diversas máquinas a vapor, y hasta una máquina parlante capaz de reproducir la voz humana. Sin embargo, en 1781, a petición del emperador Joseph II y con motivo de la visita del Gran Duque Pablo de Rusia, Kempelen se vio obligado a armar el autómata una vez más. El éxito de esta nueva exhibición fue tal que el propio mandatario ruso propuso a Kempelen un tour por toda Europa, en el que pudiese mostrar al mundo entero el prodigio que había construido.
Así fue como el Turco, Kempelen, y sus ayudantes se embarcaron en 1783 en un tour que, durante un año, los llevaría a París, Londres o Leipzig, así como a otras muchas ciudades europeas. En la capital francesa, creador y creación asombraron a Versalles, y, durante una temporada, fueron asiduos de uno de los grandes centros del ajedrez del momento, el Café de la Régence, donde las capacidades mecánicas del Schachtürke fueron puestas a prueba (en varias ocasiones con derrota) por grandes maestros ajedrecistas como Bernard, Verdoni o Philidor. Incluso Benjamin Franklin, embajador de Estados Unidos en París por aquel entonces, se enfrentó al invento de Kempelen, quedando fascinado por el aparato.
1836, Southern Literary Messenger, Richmond.
Kempelen murió en 1804, pero, como todos los grandes ingenios, el Turco Mecánico sobrevivió a su creador. Adquirido en 1805 por el inventor y músico Johann Nepomuk Mälzel, el Schachtürke disfrutó durante la primera mitad del siglo XIX de una nueva época dorada. De la mano de Mälzel, el autómata llegó a derrotar en 1809 al mismísimo Napoleón Bonaparte (hecho que solo se dio a conocer 20 años después de que tuviera lugar), y en 1826 se embarcó en la primera de las dos giras triunfales que hiciese por Estados Unidos.
Fue en una de estas excitantes demostraciones norteamericanas cuando el escritor Edgar Allan Poe entró en contacto con el ajedrecista mecánico. Y ese encuentro se saldó con un ensayo publicado en 1836 por la revista literaria Southern Literary Messenger titulado El jugador de ajedrez de Maelzel. Aunque la admiración del público ante la invención de Kempelen aún seguía siendo positiva, ya circulaban varios escritos que pretendían esclarecer el funcionamiento de aquella supuesta maravilla de la técnica, como The Speaking Figure and the Automaton Chess Player, Exposed and Detected, de Philip Thicknesse o Über den Schachspieler des Herrn von Kempelen und dessen Nachbildung, de Joseph Friedrich Freiherr von Racknitz. Continuando por esa misma senda, Poe dedicó su artículo a exponer una serie de deducciones lógicas que no podían llegar más que a una conclusión posible: «una mente regula los movimientos del autómata», por lo tanto, debía haber «una persona escondida en la caja durante toda la exhibición».
Y sin embargo, a pesar de la detallada investigación expuesta por Poe, los secretos del Turco solo fueron desvelados cuando el autómata ya había dejado de existir. Mälzel no sobrevivió al viaje de vuelta a Europa, y, tras pasar por varias manos, el Schachtürke terminó recalando en el Museo Chino de Filadelfia, donde en 1854 fue devorado por las llamas de un incendio. Un par de años después, Silas Mitchell, hijo de uno de los últimos propietarios, se encargó de revelar el funcionamiento del ingenioso mecanismo que, efectivamente, siempre había sido controlado por una persona escondida dentro de los entresijos de la máquina. Hoy sabemos que Johann Baptist Allgaier, Jacques François Mouret o William Schlumberger fueron algunos de los ajedrecistas que manejaron al Turco Mecánico.
1940, Hotel de Francia, Portbou.
A pesar de haber sido descubierto el engaño, o quizá por eso mismo, la figura del Turco Mecánico no cayó en el olvido y pronto encontró un nuevo acomodo como referente de las más diversas obras literarias y culturales. El propio Poe se inspiró en la figura del inventor del autómata al escribir Von Kempelen y su descubrimiento, y durante el primer cuarto del siglo XX aparecieron varios relatos de ficción pulp basados en el ajedrecista artificial. Aunque quizá una de las referencias más singulares sea la incluída en Sobre el concepto de historia de Walter Benjamin:
«Sabido es que debe haber existido un autómata construido de tal suerte que era capaz de replicar a cada movimiento de un ajedrecista con una jugada contraria que le daba el triunfo en la partida. Un muñeco, trajeado a la turca y con una pipa de narguile en la boca, se sentaba a un tablero, colocado sobre una mesa espaciosa. Gracias a un sistema de espejos se creaba la ilusión de que la mesa era transparente por todos los costados. La verdad era que dentro se escondía sentado un enano jorobado que era un maestro del ajedrez y que guiaba con unos hilos la mano del muñeco. Una réplica de este artilugio cabe imaginarse en filosofía. Tendrá que ganar siempre el muñeco que llamamos “materialismo histórico”. Puede desafiar sin problemas a cualquiera siempre y cuando tome a su servicio a la teología que, como hoy sabemos, es enana y fea, y no está, por lo demás, como para dejarse ver por nadie».
Este texto se corresponde con la primera de las 18 tesis incluidas en la que terminaría siendo la última obra del autor. Y, como bien supo identificar el sociólogo Michael Löwy en su libro Aviso de incendio, Benjamin se inspiró directamente en el ensayo de Poe, del cual incluso llegó a usar palabras exactas.
En su pormenorizado análisis de 2004, Löwy propuso que las tesis de la historia, aunque intrincadas y herméticas, podían ser leídas como una crítica general a la ilusión de progreso, y más concretamente como una corrección al marxismo que no dudó en incorporarlo a su ideario. En palabras del propio Benjamin, que había visitado la URSS y rechazado el pacto Ribbentrop-Mólotov, la perspectiva de progreso aceptada desde posturas marxistas representaba el mismo «cortejo triunfal en el que los dominadores actuales marchan sobre los que hoy yacen en tierra» del capitalismo, cuya idea de prosperidad nunca se podía «contemplar sin espanto». Para el filósofo alemán, la alegoría del Turco Mecánico y el ajedrecista escondido servía como denuncia: mientras se conformase con los cantos de sirena y continuase ignorando los crímenes ocultos cometidos en nombre del progreso, el materialismo histórico nunca podría alcanzar la revolución real, quedando relegado a un vistoso muñeco, un títere, un engaño.
Walter Benjamin cruzó la frontera a España en 1940 huyendo del nazismo. Cuando se enteró que las autoridades franquistas tenían pensado devolverlo a Francia, el autor decidió suicidarse en su habitación de hotel en Portbou.
1942, Columbia University, New York
En un relato titulado Círculo vicioso, y publicado por la revista de ciencia ficción Astounding Science Fiction en 1942, apareció por primera vez el término robótica. Su autor, Isaac Asimov, no solo definió así la ciencia dedicada al estudio de los robots y autómatas, sino que también estableció las tres leyes generales sobre las que se cimentaría esta nueva disciplina.
Tras la Segunda Guerra Mundial, los países que se consideraban avanzados encontraron en la idea del progreso perpetuo alimentado por el capitalismo un nuevo paradigma sobre el que hacer pivotar sus economías. En ese contexto, los relatos del escritor y bioquímico sirvieron como corpus cultural destinado a respaldar y expandir esa nueva ideología. Y aunque Asimov también indagase con frecuencia en los dilemas morales que ocasionaban los avances científicos en las sociedades humanas, fue en última instancia el optimismo tecnológico inherente a sus escritos el que terminó por encumbrarlo como uno de los grandes abanderados de la ciencia ficción y del progreso occidental.
2005, Amazon Mechaniall Turk, Seattle
El 2 de noviembre de 2005 Amazon lanzó su servicio de externalización de tareas llamado Mechanical Turk (Mturk). Según la propia web de la multinacional, este servicio, que tomaba directamente el nombre del invento de Kempelen, fue pensado desde el principio como una herramienta para facilitar «que las personas y las empresas subcontraten sus procesos y trabajos a una fuerza laboral distribuida», ahorrando así «una gran cantidad de mano de obra temporal».
2022, Asimov, IA
En 2022 se estrenó el documental Isaac Asimov, un mensaje para futuro, dirigido por Mathias Théry. En él, un Asimov recreado mediante inteligencia artificial hace un repaso a la prolífica carrera del autor de ciencia ficción, mientras nos asegura que los grandes cambios en la historia de la humanidad siempre han sido causados por avances científicos o tecnológicos ocultos. En un momento del metraje, la recreación nos interpela directamente: «El progreso es lo que permite a la humanidad vivir y prosperar. Todo lo que lleve a la desaparición de la raza humana y de la tierra, no puede ser progreso».
Ese mismo año salió a la luz que, durante la terrible sequía que había afectado a gran parte de Europa, un centro de datos de Microsoft en Países Bajos utilizó entre 84 y 100 millones de litros de agua para refrigerar sus servidores.
2024, 1000 personas, India
El 3 de abril de 2024 saltó la noticia: las tiendas Just walk out de Amazon, famosas por ser uno de los primeros establecimientos del mundo 100% automatizados y gestionados por una potente IA, en realidad eran operadas por unos 1000 trabajadores indios, ocultos de cara al consumidor. El beneficio con el que el gigante empresarial cerró 2023 fue de 574.785 millones de dólares, un 12% más que el año anterior.
Fuentes:
Bejnamin, W. (2021). Tesis sobre el concepto de historia y otros ensayos sobre historia y política. Alianza Editorial
Löwy, M. (2004). Walter Benjamin: aviso de incendio. Fondo de Cultura Económica.
Allan Poe, E. (2002). Cuentos cortos completos (traducción de J. Cortázar). Alianza Editorial.
Théry, M. (Director). (2022). Isaac Asimov, un mensaje para futuro [Película]. Kepler22 Productions.
Hemmer, Meßner. (Anfitrión). (15 de julio de 2020). GAG251: Der Schachtürke (N° 251) [Episodio de Podcast]. En Geschichten aus der Geschichte.
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